A 3 MESES DE LA DESAPARICIÓN DE TEHUEL DE LA TORRE
EXIGIMOS SU APARICIÓN CON VIDA
EL ESTADO ES RESPONSABLE
INSERCIÓN LABORAL TRANS* YA
En el marco de las actividades por la aparición con vida de Tehuel, les compartimos esta entrevista que realizó la Sec. de Géneros y Diversidad Sexual de AGD-UBA al equipo de la Cátedra Libre de Estudios Trans* (Fac. Filosofía y Letras, UBA).
A modo de presentación
La Cátedra Libre de Estudios Trans* depende de la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Se trata de un espacio institucional que, según la misma Facultad, constituye una unidad de trabajo formada para posibilitar “la reflexión, discusión e investigación de temas de interés para la institución y que facilitan la participación de miembros de la comunidad universitaria y de los distintos sectores de la sociedad interesados. Por ello, se trata de espacios interdisciplinarios abiertos al tratamiento crítico de temas sociales, culturales y científicos pertinentes y significativos, así como problemáticas específicas.”
La Cátedra se formó en 2018, a instancias de Blas Radi (su coordinador) y un equipo estudiantes, egresadxs y docentes trans de distintas carreras, muchxs de lxs cuales han desarrollado su trabajo de asesoría y docencia en la Facultad de Filosofía totalmente ad honorem, es decir, trabajando gratis.
Parte de su trabajo lo pueden encontrar en :
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ENTREVISTA A LA CÁTEDRA LIBRE DE ESTUDIOS TRANS*
1. En el nombre de la cátedra aparece el término trans*. ¿Qué significa? ¿Por qué lo prefieren en lugar de otras denominaciones?
Empezamos de atrás para adelante: el asterisco funciona como una marca de apertura. Comenzó a utilizarse para señalar que las “personas trans” no son solamente aquellas que se identifican como “varones” o “mujeres”. Es decir: el asterisco marca los límites de una representación muy habitual respecto del universo trans.
Hay quienes dicen que ya no se usa el asterisco, por lo menos en contextos donde eso quedó claro. Allí donde se entiende que “trans” es una manera de hacer referencia a todas las personas que se identifican con una identidad de género distinta a la asignada al nacer, el uso del asterisco resulta innecesario. ¿Será ese el caso argentino? Existen buenas razones para pensar que no. De hecho, en Argentina muchas veces “trans” se usa como sinónimo de “mujeres trans”. Esto acarrea enormes problemas prácticos: las investigaciones tienen un sesgo muy marcado, las políticas públicas son deficientes o tienen problemas de implementación.
En la Cátedra utilizamos el asterisco porque creemos que todavía es necesario poner un marcador capaz de dar cuenta de la gama de posibles identidades de género que caen bajo la definición amplia de trans*.
2. ¿Qué son los Estudios Trans*? ¿Se relacionan con la Teoría Queer?
Los Estudios Trans son un campo académico afín a la Teoría Queer. Se pueden encontrar diferencias y tensiones entre ellos, por supuesto, pero también denominadores comunes. Tal vez el más notable es la crítica compartida a “los regímenes de lo normal” tal como se expresan en ciertos enfoques tradicionales respecto del sexo, el género, la sexualidad y la identidad. También tienen en común un compromiso práctico explícito, un afán de intervención disruptiva en la arena pública. Esto incluye la resistencia epistémica como estrategia transformadora. Como señala Heather Love, la idea es que nuevas formas de ser en el mundo dependen de nuevas formas de pensar y nuevos marcos críticos.
3. ¿Esos son los marcos que se expresan en la ESI?
No. Es cierto que las propuestas de la ESI son muchas y muy variadas. Y, además, que sus recursos fueron cambiando mucho en los últimos años, aunque todos conviven en los repositorios institucionales. No obstante, el enfoque de la ESI es un enfoque que refuerza la norma cis, la cual da por supuesto el binario de género y la diferencia sexual, asumiendo que las personas son o bien mujeres, o bien varones, y que todas las que fueron asignadas como mujeres al nacer van a ser siempre mujeres, mientras que todas las que fueron asignadas como varones al nacer siempre van a ser varones.
De esta manera, aunque sus materiales incorporen algún apartado en el que desarrollen, por ejemplo, el concepto de “identidad de género”, reponiendo la definición que ofrece la Ley de Identidad de Argentina, ese no es el concepto que impregna otros contenidos (que describen, por ejemplo, “el aparato reproductor femenino” y “el aparato reproductor masculino”). Esto tiende a pasar desapercibido, pasa por debajo del radar del “sentido común del género”, que no registra la incoherencia y, en general, tampoco rinde cuentas por los efectos dañinos que produce, en personas trans* en general, pero en en particular en niñxs (sean cis o trans*).
El año pasado Blas Radi y Constanza Pagani escribieron un artículo sobre este tema. Se publicó en la revista Praxis Educativa y se puede encontrar online. Se llama “¿Qué perspectiva? ¿Cuál género? De la educación sexual integral al estrés de minorías”.
3. ¿La UBA, y en particular Filosofía y Letras, son la excepción “al sentido común del género”?
Tampoco. Les damos un único ejemplo. A finales del 2019, el Consejo Superior de la Universidad, adhiriendo a la Ley Micaela, estableció que estudiantes, docentes y no docentes debemos capacitarnos en violencia de género. Con este objetivo, en el 2020 lanzó una capacitación obligatoria que, como casi todo, fue virtual. Ahora bien, en los materiales del curso, la “violencia de género” se transformó en “violencia contra las mujeres”. Esto no es novedoso y refleja un fenómeno extendido porque, más allá de las definiciones que encontramos (o nos gustaría encontrar) en los manuales, cuando el concepto de “género” se vuelve operativo, funciona como sinónimo de “mujeres”. A lo sumo de “mujeres y varones” (cis y heterosexuales). Además de reproducir este recorte, los contenidos del curso tenían problemas graves. Uno de ellos, tal vez el más grosero, es que un docente se refirió en reiteradas oportunidades a una intelectual trans como si fuera un hombre. La nombraba insistentemente con su nombre anterior y hablaba de ella en masculino. La malgenerización es, de por sí, una forma de violencia grave.
El balance que hicimos en su momento desde la Cátedra es que este curso de violencia de género, con el que la UBA decidió formar a su comunidad educativa, incluyó una parte práctica dedicada a autorizar el ejercicio de la violencia contra las personas trans. Y a dejar en claro que eso no cuenta como violencia de género.
4. La Cátedra Libre y AG presentó un proyecto de Cupo Laboral Trans en la Facultad de Filosofía y Letras, ¿cómo se avanzó con eso?
Presentamos un proyecto que conviene describir, aunque sea a grandes rasgos, porque hay varios aspectos interesantes que nos parece que cualquier proyecto de estas características debería considerar. Algunos sobre cuestiones procedimentales y otros sobre cuestiones sustantivas.
Con respecto a las primeras, tuvimos en cuenta aspectos de participación y monitoreo. Cuando hablamos de “participación” nos referimos a la participación efectiva de personas trans en el diseño del proyecto. Eso es algo que tiene sentido resolver de manera participativa en espacios donde las personas trans tengan la voz cantante.
Un problema habitual de este tipo de iniciativas es que son desarrolladas por personas cis que consideran que la participación de personas trans es innecesaria, irrelevante o cumple una función decorativa. Siempre va a haber alguien que diga “no importa si somos cis, si somos trans, lo importante es que estamos acá y nos preocupamos”. Para mucha gente esa declaración resultaría inadmisible si se tratara de una medida referida a las mujeres en cuyo diseño sólo participan hombres, pero cuando se trata de personas trans tienen un estándar diferente.
El caso de la Facultad de Filosofía y Letras es muy significativo en este sentido. En un momento nos contactó un consejero de la mayoría estudiantil para avisarnos que un conjunto de mujeres cis de su agrupación habían presentado un proyecto de cupo laboral trans en la facultad y que se iba a votar al día siguiente. Nos invitaban a la votación. Desde la Cátedra veníamos trabajando en este tema junto con AGD desde hacía mucho tiempo, entonces señalamos que, más que hacernos miembros no participantes del proceso, teníamos que ser parte activa.
Otro problema, relacionado con el anterior, es que las instituciones se apuran a sacar resoluciones que hacen públicas con una cobertura mediática altisonante, pero para las personas trans son inútiles y hasta perjudiciales. Acá se destacan, por un lado, las medidas engañosas, que bajo el título de “cupo laboral”, en realidad, establecen otras políticas. Hace unos meses, por ejemplo, una universidad nacional se celebraba a sí misma por establecer un cupo laboral que, en realidad, era un descuento o una exención del pago de estudios de posgrado para personas trans. Es una medida que no desafía y refuerza la lógica neoliberal: los estudios de posgrado son para las personas que los pueden pagar.
Y, por el otro, se destacan las medidas que no establecen nada, son meras declaraciones políticas. Por eso, para leer los proyectos tiene sentido revisar: cuál es el presupuesto asignado y para qué; cómo se traduce ese presupuesto en el cupo; y quién y cómo va a monitorear su implementación.
No es raro que los proyectos de cupo no tengan presupuesto. Esta es la principal de las cuestiones sustantivas que tuvimos en cuenta en el proyecto que hicimos entre AGD y la Cátedra: sin presupuesto no hay cupo. Nuestro proyecto contempla también la asignación de presupuesto específicamente para salarios de docentes y no docentes y dispone mecanismos de monitoreo y rendición de cuentas.
En la Facultad de Filosofía y Letras encontramos grandes resistencias para que estas cosas se tomen en consideración, fundamentalmente el tema del presupuesto.
Nuestro proyecto, presentado por la minoría estudiantil en el Consejo Directivo, puede verse aqui.
5. ¿Qué recomendaciones darían a quienes están tratando de instrumentar el cupo laboral trans* en otras universidades nacionales?
En primer lugar, es importante tener en cuenta que no hay un procedimiento universal que pueda ser aplicado en todos lados. Por eso es importante identificar quiénes son las personas trans que están trabajando en cada ámbito específico de aplicación, para que sean las que conduzcan el proceso pensando en las particularidades de ese contexto. Es fundamental que estas personas tengan participación efectiva en todas las etapas del proceso: diseño, implementación y monitoreo.
Por supuesto, esto implica tomarnos en serio los problemas conocidos de la participación. Sabemos que cuando los procesos de diálogo se organizan de manera vertical, las instituciones tienden a contar con una variedad de recursos para garantizar el resultado. Conocemos bien el fenómeno del “tokenismo” (o participación simbólica), por el que las personas trans ocupan un lugar decorativo (solo para la foto). Pero también es habitual que se dé por cubierta la participación de “las personas trans” con una representación mínima de personas que responden a la misma línea política de la institución o sus autoridades (a veces son personas trans, pero son elegidas por sus compromisos ideológicos con la gestión). Así como también que se apueste a la composición de entornos asimétricos en los que en nombre de “escuchar todas las voces” se satura la deliberación de voces que responden a la misma voluntad.
En segundo lugar, que las medidas tengan presupuesto y que ese presupuesto se traduzca en salarios para las personas trans*.
En tercer lugar, que se garanticen condiciones laborales. La inserción laboral trans debe producirse sobre la base de la apertura de cargos nuevos en el marco del Convenio Colectivo de Trabajo, que tengan estabilidad y todos los derechos laborales de todx docente universitarix.
6. Ayer, 10 de junio, se votó en el Cámara de Diputados la Ley de Promoción del Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero “Diana Sacayán-Lohana Berkins”. ¿Qué evaluación hacen de esta propuesta a la que le falta, todavía, la media sanción de Senadores para convertirse en ley?
Celebramos que prosperen medidas de inserción laboral, pero también hacemos una evaluación crítica. Y esto seguro amerita una aclaración. Sabemos que la arena política tiende a organizarse de manera polarizada. En estas coordenadas ideológicas, toda crítica a un proyecto de ley o una política de estas características tiende a ser interpretada como un gesto antiderechos. Por nuestra parte, reconocemos el valor intrínseco de la crítica, por un lado, y ponemos de relieve su necesidad práctica, por el otro. La crítica es un ejercicio intelectual enriquecedor. Y, además, no podemos prescindir de ella cuando lo que está en juego son las condiciones de existencia de grupos en condiciones vulnerables. En ese sentido, destacamos del proyecto en tratamiento -tanto como del decreto- que no hacen referencia ni al presupuesto ni a las condiciones laborales. En un contexto de crisis, de extrema precarización laboral, de paritaria que no le gana a la inflación (por nombrar un puñado de factores relevantes) no pensar en estas cuestiones implica -en una lectura extremadamente caritativa- pecar de una ingenuidad que puede costar muy cara. Y ese precio lo van a tener que pagar las personas trans.