Nuestros salarios se hundieron.
La mayoría de los docentes universitarios cobra salarios por debajo de la línea de pobreza ($152.515). El cargo testigo de ayudante de primera, semiexclusiva, recibe un salario bruto de $67.670. Solo los profesores titulares, con dedicación exclusiva, superan los $235.188, piso de ingresos para ser considerado de clase media, según los índices publicados por la Dirección General de Estadísticas y Censos de CABA.
Es el resultado de un largo proceso de deterioro, claro. Pero el año pasado fue por lejos una catástrofe. El gobierno y las direcciones de Conadu, Fedun y Ctera firmaron el peor acuerdo salarial del conjunto del movimiento obrero: un incremento de 94% en… ¡14 cuotas! Un 94 % en cuotas no acumulativas, lo que terminó licuando nuestros ingresos a lo largo del año.
Si analizamos las dos puntas de la escala salarial, la situación es un escándalo. De un lado, la docencia ad honorem que sigue trabajando gratis sin perspectiva de un nuevo programa para garantizar su ingreso. Del otro, aquellxs docentes cuyos salarios superan el monto imponible que sufren el sablazo del mal llamado impuesto a las ganancias. De diferente modo, ningún/a docente escapa al imparable deterioro salarial y el ajuste.
Denunciamos a lo largo de todo 2022 que las reuniones paritarias se cerraban rápidamente no solo para evitar la posibilidad de la extensión de un movimiento de lucha sino, incluso, para eludir el más mínimo debate con el gobierno. El gobierno ya está acordando con las burocracias sindicales techar las paritarias en un 60%, es decir, pretenden otro ajustazo.
Y así fue.
Encima, a diferencias de otros sectores, no cobramos bono nacional alguno. Solo el de la UBA, que no alcanzó ni para un pan dulce y una sidra, que festejó Aduba y que indignó a la docencia pre y universitaria cuando reconoció el depósito del monto miserable.
Al desplome salarial se suma la crisis cada vez más aguda de Dosuba: el Rectorado y el Consejo Superior, en lugar de reclamar un fondo especial al Ministerio para paliar el desfinanciamiento de nuestra obra social, vota por unanimidad menos una abstención, un reglamento que deja afuera de la obra social a lxs docentes que se jubilen y a lxs ad honorem. Una salvajada.
El retroceso salarial impacta lógicamente en las jubilaciones sobre las cuales pesa la amenaza concreta de una reforma que desconozca nuestro derecho al 82% móvil, tal cual reclaman el FMI y la burguesía criolla.
Entonces, ¿QUÉ HACEMOS? Esa es la pregunta que necesitamos hacernos cada unx de nosotrxs, entre compañerxs de cátedra, con otrxs colegas en las mesas de exámenes, en las primeras asambleas en los colegios o facultades, en la asamblea general del gremio.
¿Vamos a repetir la experiencia del año pasado, con paros aislados que fueron casi invisibles y que no nos permitieron quebrar la política de ajuste salarial y de empeoramiento de nuestras condiciones de trabajo? ¿A quejarnos de lo que cobramos (o de la nada que cobrás si sos ad honorem) o de cómo seguimos perdiendo servicios de salud en Dosuba? ¿O estamos dispuestxs a salir a defender nuestros ingresos, a no iniciar las clases para no seguir perdiendo salario, para conservar nuestra obra social?
La AGD, que es el único sindicato de la docencia pre y universitaria de la UBA, independiente de gestiones y gobiernos, te convoca en estos días de febrero a abrir y participar en todas las deliberaciones colectivas. A afiliarte al sindicato y fortalecer la organización gremial en todos tus lugares de trabajo. A preparar y organizarnos para poner en pie un gran movimiento de lucha de la docencia pre y universitaria en la UBA y en todo el país.
AGD UBA convocará en los próximos días a una asamblea para decidir los próximos pasos a seguir. Sumate.
Vamos con todo por la defensa del salario y de nuestros derechos.